La crisis humanitaria y ambiental que ya estaba en curso, pero que se agudizó con la pandemia del Covid-19 desde inicios de 2020, hace más que evidente la necesidad de repensar las lógicas de poder y de relación con el planeta, que se refiere a un problema multidimensional con raíces en los modelos de vida y de producción vigentes. Los efectos de la pandemia fueron y siguen siendo muy diferenciados, reflejando las desigualdades estructurales profundamente arraigadas en nuestra región, enmarcadas en las diferencias de acceso entre la población urbana y rural y atravesadas por la clase, raza y género.

Sin embargo, lejos de repensar las dinámicas destructivas que nos trajeron hasta este momento, los poderes estatales y económicos establecidos ya sugieren que los caminos para la superación de esta crisis de múltiples dimensiones deben enfocarse en la recuperación económica basada en las mismas ideas de explotación de la naturaleza. En América Latina, gana fuerza otra vez el discurso del dicho desarrollo, ahora supuestamente sostenible, con miras a profundizar el modelo extractivo; la apuesta lucrativa de la mayoría de los países de nuestra región.

Esto significa que una nueva ola de posibles amenazas a los pueblos y comunidades de la región está empezando, o más bien ganando fuerza nuevamente, porque nunca ha parado, incluso en tiempos de cuarentena. Con esta publicación, el FAU-AL busca contribuir a la lectura del contexto económico de los países de América Latina y el Caribe y compartir información útil a las organizaciones y movimientos de mujeres sobre las dinámicas financieras que están contribuyendo a la intensificación de las actividades extractivas en sus territorios, así como los planes de los gobiernos que apoyan y facilitan estos proyectos.

Es necesario seguir investigando las dinámicas de la industria extractiva. Aunque a nivel global se estén planteando alternativas para los daños que esta promueve, principalmente al medio ambiente, las nuevas propuestas continúan implicando la explotación de los territorios, la pérdida de la gobernanza de los pueblos y la destrucción de culturas y modos de vida para muchas comunidades de nuestra región, y para el Sur Global de manera general.

Sabemos que las mujeres defensoras son las principales conocedoras de cómo operan las industrias extractivas a nivel local, pero sus tentativas de exigir la responsabilidad a las empresas por los daños que ocasionan, en muchos casos no encuentran respuestas, y tampoco hay respaldo por parte de los órganos públicos para intermediar y responder a las demandas de las comunidades.

Existe una gran brecha entre lo que mueve a las mujeres a actuar por sus territorios y los intereses que mueven a los actores con poder económico, tristemente, éstos últimos con mayor influencia en la toma de decisiones territoriales. Así que, conocer el universo de significados por medio de los que se movilizan y organizan estos actores, es también una posibilidad de ampliar las estrategias de resistencia frente al avance del extractivismo y, más aún, de combatir las lógicas capitalistas, patriarcales y coloniales por medio de las cuales operan. Nuestro objetivo es brindar insumos para fortalecer las estrategias de movilización, articulación y resistencia.

Nos parece importante volver a eso que mueve a las mujeres para actuar por otras mujeres, por sus comunidades y territorios, reconociendo las posibilidades concretas que nacen de otras maneras de ver la vida y de relacionarse con la naturaleza. De esto se trata la segunda parte de esta publicación. Lejos de romantizar que las propuestas de las organizaciones de mujeres están en pié de igualdad con las lógicas de poder vigentes, o que sólo su esfuerzo y empeño son suficientes para hacer otros mundos posibles, queremos enseñar que la fuerza transformadora de las mujeres construye otras realidades, palpables en los territorios, y continúa respondiendo a los contextos que las oprimen, sembrando otras posibilidades desde sus identidades, conocimientos y experiencias del cuidado en una dimensión amplia hacia la tierra y la vida.